Odio las despedidas: decir adios es lo mas duro
No sé si alguna vez os lo he comentado, pero odio las despedidas. Decir adiós es, creo, una de las cosas más difíciles del mundo: o al menos lo es para mi.
Cuando vine a Australia, me despedí de toda mi gente, y fue muy dificil, pero ahora que lo pienso, era yo la que me iba: era yo la que iba a vivir una experiencia alucinante, era mi vida la que cambiaba, no la de las personas que se quedaron allí. Sus vidas siguieron igual, pero sin mí. Algo que no imaginé que pudiera ser tan duro. Yo, esa sensación de perder a un amigo, de que alguien deje de formar parte de tú vida de la noche a la mañana, nunca la había tenido. Y por primera vez, me he dado cuenta que duele más que alguien se vaya de tú lado, que irte tú. No importa si quieres más o si quieres menos; simplemente duele, cuando alguien desaparece de tú vida, y no puedes hacer nada para evitarlo.
Hace dos semanas, dos de mis mejores amigos se fueron de Australia. Y aunque parezca tontería, jode y mucho. Sé que algunos no lo entenderéis, pero en el tiempo que llevo aquí he hecho amigos que me han aportado muchísimo más que personas que han estado en mi vida durante años. Cuando uno está en la otra punta del mundo, lejos de su familia y amigos, siente una gran soledad. Da igual que todo vaya de puta madre. No importa que tengas trabajo y una buena casa; la homesickness atacará en cualquier momento. Por eso conozco bastante gente, que ha venido sin pareja, que no soporta esa soledad, y acaba volviendo a su país. La única manera de superarlo, es creando un circulo de amigos bastante fuerte. Amigos con los que quizás en otras circunstancias nunca hubieras congeniado, pero que en éstas, si consigues conectar.
Conectas con personas con las que nunca hubieras imaginado hacerlo. Personas que cumplen los requisitos de todos los prejuicios que tenías en un pasado. Personas que son todo lo contrario en cuanto a ideales, pensamientos y cultura. Son personas que te enseñan taaaaaanto, que nunca podrás dejar de agradecérselo. Amigos que te abren la mente; que te abren el corazón. Pero de un momento a otro… ¡PUM! Desaparecen. Vuelven a sus hogares, a sus países. Desaparecen de tu vida; de tú día a día… Y sabes que siguen estando ahí, pero ese “ahí” es bastante subjetivo, puesto que ya no lo están físicamente: lo están detrás de la puta pantalla del ordenador, por lo tanto no es lo mismo: nunca lo es.
Entonces es cuando te das cuenta que todo en la vida es efímero: no hay nada eterno, y mucho menos en Australia. Te das cuenta de que el mundo se sigue moviendo a pesar de que hagas lo inevitable por parar el tiempo; las agujas del reloj nunca se detienen, y las lagrimas escuecen.
Y supongo que esto me va a seguir pasando a lo largo de mi vida, y por desgracia, será muchas veces más… Y sí, es triste, pero ‘bad things happen, and there is nothing you can do about it’ (las cosas malas pasan, y no puedes hacer nada al respecto).
Nos vemos muy pronto en el paraíso.
N.